Que los ojos son el espejo del alma no nos queda duda. Podemos saber mucho de una persona a través de su mirada, y esto no es solo una verdad poética, es un hecho estudiado por las ciencias evolutivas. Para ser más justa diré que no se trata de los ojos, sino de los músculos que los delimitan. El rostro humano lleva las impresiones de la relación con su entorno y eso incluye las relaciones con los demás. Es una ventana de comunicación no verbal que pudo haber evolucionado para transmitir mensajes entre los pares de un grupo sin necesidad de emitir sonidos (por seguridad o por habilidad). Esto lo vemos muy claramente en los bebés y los niños pequeños, donde la comunicación es muy rica a pesar de la poca o nula afluencia verbal. Realmente sabemos lo que nos quieren decir.
Entre los músculos que nos evidencian están los que rodean los ojos (músculos orbitales), como las patas de gallo que se generan cuando sonreímos y el músculo superciliar, donde crecen las cejas para comunicar asombro, expectación o desapruebo
El poder de la mirada en la transmisión de nuestras emociones toma el protagonismo más valioso del rostro humano
Desde la antigua cosmética egipcia hasta nuestra tecnológica era de la estética avanzada, hemos hecho lo posible por resaltar u ocultar la visión de este hecho a través del maquillaje y los adornos.
Las técnicas actuales de embellecimiento facial, incluidas las específicas de la mirada, buscan acentuar la belleza natural del rostro. De emular la anatomía en su grandioso diseño. Por eso la técnica del microblading, la micropigmentación de cejas o labios y los tratamientos en las pestañas han cobrado gran propularidad en los últimos tiempos: ofrecen una mejoría muy notable sin comprometer la naturalidad.